San Javier como municipio cuenta en la actualidad con 74,2 km2 y su población de derecho es de más de 32 mil habitantes, aunque la de hecho es muy superior durante todo el año, multiplicándose notablemente en época estival. Por su especial situación, goza de 23 Km. de costa al Mar Menor y 16 al Mediterráneo y su altitud media es de 17 metros. Tres elementos básicos hacen del Municipio de San Javier un lugar especial: la tierra, el aire y el mar.
Por un lado, la tierra. La importante zona agrícola de las pedanías de El Mirador, La Grajuela, Roda o Pozo Aledo, produce las más variadas especies vegetales. La modernización de los sistemas de regadío, producción y comercialización, y la implantación de las nuevas tecnologías, ha llevado a San Javier a ser conocido en los mercados internacionales, además de por el Turismo, por la calidad de su producción agraria.
Hacia arriba, el aire. En el término municipal de San Javier se encuentra la Academia General del Aire, centro de enseñanza de los pilotos del Ejército del Aire y sede de la Patrulla Acrobática "Aguila", los cuales llevan el nombre de San Javier por todo el mundo.
Y por fin, el mar; mar que se asoma a San Javier por Santiago de la Ribera y La Manga; mar que nos viene por partida doble, y para todos los gustos. La mar Menor, mar llena, aguas tranquilas, calientes y reposadas; y la mar Mayor, el Mediterráneo, mar abierto, sin límites, por donde salen y entran culturas...
Su historia
Los primeros vestigios de civilización en el entorno del Mar Menor datan del Paleolítico, aunque los asentamientos de los que se tiene más información y de los que se han encontrado más vestigios son de las épocas romanas y árabe.
Los romanos apreciaban mucho la zona, donde desarrollaron una importante industria de salazones. Había también un importante tráfico marítimo, de lo que se desprende que tuvo que darse un asentamiento fundamentalmente industrial. Este tráfico era posible porque en la época romana, el Mar Menor estaba prácticamente unido al Mediterráneo. Con el tiempo, ha sufrido un lento y paulatino cierre respecto al Mediterráneo y su aspecto comenzó a ser similar al actual hace unos 1.000 años.
Antiguas crónicas, como el Libro de Montería de Alfonso X y las Crónicas de Felipe II, hablan de la riqueza faunística y la belleza paisajística de esta zona. Se conoce que la fauna era muy numerosa; la Isla del Ciervo conserva el toponímico del animal que la habitó. En la Edad Media abundaban mucho los cérvidos por las riberas del Mar Menor y algunos ejemplares llegarían a nado hasta las Islas
Los romanos llamaron Belich a este mar y lo citaban como puerto de refugio incluso para naves pesadas, pues contaba con mucha más profundidad.
Sólo algunos pastores y pescadores moraban en las orillas marmenorenses cuando Alfonso X conquistó el reino de Murcia en el siglo XIII (las frecuentes incursiones de los piratas berberiscos desaconsejaban una estancia regular y sólo a partir de la conquista de Granada se produjo una lenta y tardía repoblación). Entonces la albohera dependía del concejo de Murcia.
En 1266 Alfonso X ordenó que los vecinos de Murcia podían ser obligados a socorrer a los campesinos y pescadores del litoral cuando se tuviera conocimiento de un ataque morisco. Los asaltados enviaban señales de humo o luminosas, según fuese de día o de noche, desde las torres vigías que se sucedían hasta llegar a Murcia. La torre de la iglesia de Santa Catalina era, finalmente, la encargada de advertir a la población.
Los incentivos y exenciones concedidas desde el reinado de Alfonso X provocaron que algunas órdenes religiosas, como los trinitarios, y también algunos nobles y caballeros de armas aragoneses, catalanes y murcianos, de asentaran en la comarca formando pequeños y dispersos núcleos de población. Muchos de estos poblados conservan aún sus nombres o apellidos como topónimos: Pacheco, Roldán, Pagán, etc.
Asimismo, al amparo de estos núcleos se construyeron ermitas que en los albores del siglo XVIII dieron lugar a la consolidación de caseríos como el de San Javier, junto a un cruce de caminos próximo a la vía Herculea de los romanos, que pasaba por las inmediaciones del cabezo Gordo.
El nombre le viene de la influencia que sobre estas tierras tuvo la virtud y el heroísmo del "Apóstol de Oriente" San Francisco Javier, ya que estas tierras fueron repobladas, en época de Alfonso X El Sabio, por gentes venidas de Navarra y Aragón, fundamentalmente.
Cuando a principios del siglo XVIII decayeron las incursiones de los piratas turcos y argelinos, el asentamiento urbano se hizo más estable. La evolución demográfica y los recursos económicos de la comarca hicieron factible que, al amparo de las Cortes de Cádiz, San Javier se constituyera en municipio en 1813 y 1823, de forma provisional, y ya definitivamente el 16 de septiembre de 1836.
En 1888 se inició la población de la costa, que hoy conocemos como Santiago de la Ribera. En aquel año, la familia de José María Barnuevo y Teresa Sandoval, propietarios de la Finca Torre Minguez, ubicada en el paraje de La Calavera, abrieron su casa de veraneo en la playa como la primera residencia estival en la zona.